2 Copas América (2015 y 2016) después de una larga historia sin títulos como selección, cambiaron para siempre el adn de la cultura futbolística de Chile. Un país de larga tradición en el deporte donde el Mundial del 62´ era, hasta esos hitos, la piedra angular de un fútbol de cierta inferioridad ante los gigantes sudamericanos por los escasos títulos conseguidos.
Después de alcanzar la cima, sostenerse ganando es un desafío que en el competitivo fútbol contemporaneo es muy difícil de conseguir. Aparecen las narrativas de la renovación, el recambio, la reinvención, la transición. Cómo sea que se le llame es un proceso de alta complejidad. Francia (títulos 1998 y 2000), Italia (2006) y España (2008, 2010 y 2012) son algunos ejemplos cercanos. Chile enfrenta ese desafío con un nuevo proceso liderado por Eduardo Berizzo.
La segunda parte del período de Pizzi (2016-17) y los fallidos procesos de Reinaldo Rueda (2018-20) y Martín Lasarte (2021-22) no consiguieron prolongar los éxitos de Chile, que tuvo en la final de la Copa Confederaciones 2017 la última expresión de máximo nivel competitivo cuando cayó en la final ante Alemania.
Los malos resultados en la Eliminatoria Rusia 2018 fueron la primera gran señal. Pizzi se enredó y la eliminación significó un rotundo fracaso que cortó la senda ganadora. La transición o recambio esperados en los procesos siguientes (Rueda y Lasarte) simplemente falló. No se ha podido ver una línea clara, las directrices a seguir parecen confusas en un medio también atrasado en su desarrollo local.
Los primeros 5 partidos de Berizzo dejan luces sobre los recursos con que dispone Chile para volver a ser un equipo competitivo por el contrario para profundizar su caída después que la generación dorada consiguiera los 2 títulos de Copa América sobre la Argentina de Messi (2015 y 2016) y el respeto internacional al instalarse en la élite del fútbol mundial.
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Segunda parte > Lo que ha dejado el nuevo ciclo de Chile (2/2)
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